jueves, 15 de noviembre de 2012

[Memoria] Pablo Castellano, "Hacia la liberación de Extremadura" (1978)

 
La aprobación por el Consejo de Ministros del régimen preautonómico extremeño tiene que ser contemplada, y, por lo menos, el Partido Socialista de Extremadura así lo ve, como el principio de una ingente, urgente y sugestiva tarea: su liberación.

No podemos saber hoy si vamos a ser capaces de extraer toda la potencialidad redimidora que con este paso se comienza, tanto por el posible fracaso de nuestro esfuerzo como por la no oculta voluntad de algunas fuerzas. políticas e instituciones, de reducir este proceso preautonómico a un formalismo sin contenido alguno y meramente aparencial. Sí podemos saber que los extremeños realmente ilusionados vamos a intentarlo con firmeza y sensatez.
 
Extremadura tiene sobre sí siglos de explotación y colonialismo reflejados en las más variadas formas, y el fascismo de estos últimos cuarenta años no fue una excepción, sino la simple continuidad agravada de un mal tratamiento multisecular.

El subdesarrollo, la pobreza de la mayoría de su población, la incultura y el abandono entran en flagrante contradicción con una tierra feraz, inexplotada, con una tradición cultural compendio de miles de civilizaciones, con una belleza ecológica ahora descubierta, y todas sus notas negativas no son un hecho natural y fatídico, sino, bien al contrario, un resultado fabricado y buscado desde los centros colonizadores políticos, económicos y culturales.

Con mayor o menor fuerza, el pueblo extremeño ha tomado conciencia de su riqueza hidráulica al servicio de una industria energética obligadamente exportada, en detrimento de una potencial agricultura más que rentable. Sabe perfectamente de su abundancia forestal, de su decreciente y maltratada ganadería, de su intocada riqueza del subsuelo, en suma, de su carácter de reducto productor de materias primas, variadas y abundantes, que desea ver transformadas allí y ahora, cortando la sangría de la emigración y el expolio que una publicación a punto de ver la luz bautiza acertadamente con el título de «Extremadura saqueada».

La contradicción polifórmica entre cotos de caza, latifundios amontonados, en el patrimonio de los más tétricos títulos nobiliarios, de una aristocracia aferrada al comportamiento feudal, con alquerías sin luz ni agua, paro, enfermedades permanentes, envejecimiento prematuro, desescolarización, alimentación insuficiente, y demás plagas que aún parecen endémicas, se puede salvar a través del proceso democrático del que la preautonomía es una vía de profundización, siempre y cuando a esta tarea se entregue el compromiso sincero de todos los extremeño s, sin la menor distinción social, económica y política, cuando todos ellos comprendan, porque puede probarse, que de este avance y desarrollo vamos todos a salir beneficiados.

Si para el País Vasco, Cataluña y Galicia el sistema preautonómico y la posterior autonomía son respuesta, tardía y obstaculizada, a una afirmada personalidad como nacionalidades, con un evidente contenido psicológico y obligada reparación histórica a su individualidad, para Extremadura, a quiénes algunos quieren privar de conciencia histórico-regional, de tradición y hasta de necesidad de este instrumento, la preautonomía tiene tanta o más importancia si supone un proceso de liberación social, de lucha contra la injusticia y la marginación, de finalización de la egoísta división de tierras y mercados que aún prevalece en algunas mentes, y en virtud de la cual los extremeños y sus tierras, en nuestro Estado y tiempo, no reciben mejor suerte que la que el imperialismo yanqui reserva a las repúblicas bananeras o a las nacientes unidades políticas africanas.

A Extremadura, con y en la preautonomía, ha de restituírsele en financiación pública y privada todo aquello que a lo largo de siglos se le expolió, pero con arreglo al principio de servir para la autosuficiencia y hasta para la suplencia de otras regiones menos favorecidas naturalmente, no reduciéndola a una permanente dependencia o mendicidad.

Los socialistas extremeños queremos, junto con las demás fuerzas politicas, hacer posible hoy en Extremadura una racional industrialización y explotación de sus campos, que, al lado de la función social de la propiedad privada, refleje la protección al derecho de permanecer donde se nace y realizarse humanamente entre los suyos, sabiendo que en este proceso existe y puede encontrarse la compatibilización en el desarrollo económico y el avance perfeccionador de estructuras de producción y comercio renovadas y civilizadas, rechazando categóricamente la falsa dialéctica «o miseria o colonialismo».

La pequeña y mediana empresa es en este proceso una de las piezas fundamentales en la industria y en la agricultura. El cooperativismo en ambos campos tiene que ser una de las principales preocupaciones.

La preautonornía de Extremadura no tiene hoy allí otro enemigo que el cacicazgo, que casualmente refleja en la casi totalidad de sus nombres y personajes los mismos apellidos que invaden los anuarios de las sociedades monopolistas y llenan las páginas de los semanarios de la alta sociedad, más vinculada con lo que eufemísticamente se llama el antiguo régimen.

Para ser sinceros, exponer esta opinión cargada de esperanza y buenas intenciones resulta difícil, cuando aún se choca con la triste realidad de nuestras comunicaciones por ferrocarril y carretera, que no en vano son las más olvidadas y dificultan todo acceso, y quizá sea ahí donde las futuras transferencias de competencias adquieren valor prioritario.
 
Pablo Castellano, El País, 3 de junio de 1978.
 
Imagen: Diego Sánchez Cordero, presentación de la bandera extremeña en Don Benito (Badajoz). En el centro, con barba, Pablo Castellano.

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